El auge del trabajo remoto ha creado nuevas oportunidades para muchos en América Latina, pero también ha desnudado prácticas laborales injustas. Las empresas internacionales buscan talento en la región, atraídas por la posibilidad de pagar salarios bajos. Sin embargo, estas mismas empresas imponen requisitos elevados, como un dominio del inglés casi nativo. Esto crea una dinámica en la que los trabajadores, a pesar de su fluidez en otro idioma y su alta competencia, no reciben una compensación justa.
El resultado es una forma moderna de explotación, donde el talento y las habilidades son utilizadas sin el reconocimiento y la remuneración adecuados. Los trabajadores se ven atrapados en un ciclo en el que deben esforzarse más por menos, lo que afecta no solo su bienestar económico, sino también su salud mental y emocional.