El reto de desarrollar portátiles frente a los invasivos es que la calidad de la señal es menor, porque los electrodos tienen que registrar a través de la piel y el cráneo. Y cuando hay algún movimiento, «no se consigue un buen contacto con la dermis, por lo que es posible que no se capte la señal del EEG», dilucida Yeo.
Como Neurable no se especializa como tal en salud, sus audífonos no tienen que someterse a pruebas tan rigurosas como las de un dispositivo médico. A diferencia de la detección de enfermedades, que requiere muchos más electrodos colocados en lugares específicos del cuero cabelludo, la medición de la atención es más subjetiva, ya que no existe un patrón establecido. La compañía aspira a utilizar sus audífonos como dispositivo médico para controlar la salud del cerebro y diagnosticar afecciones neurológicas, pero por ahora está empezando con aplicaciones de consumo.
Aun así, los datos de las ondas cerebrales son muy personales, y dispositivos como los de Neurable plantean dudas sobre cómo se almacenan y protegen los datos de los usuarios. Molnar explica que los MW75 Neuro convierten los datos EEG brutos en información de enfoque, los anonimizan, borran los datos brutos de los audífonos y los envían a la aplicación. La información de los usuarios, como su nombre, dirección de correo electrónico y contraseña, se cifra y se guarda en una base de datos independiente.
«En ningún momento esperamos vender estos datos. No es nuestro modelo de negocio», defiende Molnar.
Beneficios vs. riesgos
Jennifer Chandler, catedrática de Derecho de la Universidad de Ottawa, sugiere que los wearables generan cada vez más datos personales sobre la salud que podrían utilizarse de formas no siempre obvias: «Si alguien utiliza continuamente un dispositivo de este tipo, habrá un flujo de datos neurofisiológicos que podrán interpretarse». Chandler señala un caso en Ohio en el que los datos del marcapasos de un hombre se utilizaron para acusarlo de dos delitos graves de incendio agravado y fraude al seguro después de un incendio en su casa en 2016.
Chandler imagina un escenario en el que alguien lleva audífonos EEG mientras conduce un auto y sufre un accidente. Si los datos cerebrales de ese dispositivo mostraran que la persona no estaba alerta y concentrada, podría ser culpable. Chandler, quien lleva un rastreador de actividad física, reconoce la utilidad de un dispositivo de lectura del cerebro y anota que los consumidores deben tener en cuenta que esos datos podrían utilizarse en su contra.
Y esa es una de las grandes interrogantes de los nuevos rastreadores de ondas cerebrales como el de Neurable: ¿Los consumidores consideran que las ventajas compensan los riesgos potenciales de estos dispositivos? ¿Existe un mercado para el seguimiento de la concentración? No cabe duda de que el hacking de la productividad está de moda entre la élite tecnológica, pero otra cosa es si los dispositivos BCI portátiles atraerán al mercado de masas.
“Una vez que puedas interactuar con tus dispositivos con solo pensar, más personas se interesarán por tenerlos», concluye Chandler.
Artículo originalmente publicado en WIRED. Adaptado por Alondra Flores.