Nuestra civilización depende del uso de la energía obtenida de la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas natural. Sin embargo, los gases producidos por la combustión, principalmente dióxido de carbono (CO2), se denominan “gases de efecto invernadero” (GEI); Estos gases producen un calentamiento de la superficie terrestre (el mismo fenómeno físico que ocurre dentro de un invernadero). Existe evidencia científica que demuestra que el contenido de CO2 en la atmósfera terrestre crece año tras año.
El aumento de la temperatura de la superficie terrestre induce el llamado cambio climático, que está produciendo una catástrofe ambiental: sequías, incendios forestales, lluvias extremas, vientos extremos, etc.
Existe un acuerdo internacional para controlar y reducir las emisiones de GEI mediante la transición de la quema de combustibles fósiles al uso de fuentes de energía alternativas no contaminantes; Son las llamadas energías renovables (solar, eólica, hidráulica, biomasa, etc.) y la energía nuclear. La producción de energía solar y eólica no es continua, por lo que el uso de estas energías renovables requiere de dispositivos que puedan almacenar energía.
Atravesar la transición energética requiere que cada país desarrolle un nuevo marco industrial que en unos años sustituya parte de las industrias existentes. Muchos países verán aumentar su dependencia de las tecnologías extranjeras y deteriorarse su situación económica, y otros países seguirán el camino de su propio desarrollo tecnológico.
El gran desafío para los países con un esqueleto industrial más débil es aprovechar la transición energética para fortalecer su sistema industrial. Ejemplos: fábrica de baterías de litio construida por Y-TEC, Conicet y UNLP en La Plata y electrolizadores para almacenar energía eléctrica “verde” en forma de hidrógeno, tema que comenzó a desarrollar Y-TEC con Conicet.
La gran mayoría de los países de la ONU han reconocido la naturaleza antropogénica del cambio climático y han comprometido sus esfuerzos para navegar la transición energética.
El actual gobierno argentino, sin argumentos válidos, niega el carácter antropogénico del cambio climático y más aún, siguiendo con el lamentable estilo presidencial, insulta a los promotores del tema.
El esqueleto industrial argentino tiene marcadas debilidades que podemos resumir en:
· Estamos atravesando una importante caída de la actividad industrial.
· La cadena de suministro industrial argentina no está ubicada en el país y existe un débil nivel de vínculos “upstream” y “downstream” en la producción industrial. Esto se debe a que las grandes empresas monopólicas que controlan la producción industrial argentina sólo ubican una parte menor de sus cadenas productivas en el país (modelo maquila).
· En nuestro país existe poca interacción entre el sector productivo y el científico, debido a que la mayor parte de la producción argentina se realiza con modelos y tecnologías importadas.
En un mapa de distribución del PIB por adulto, nuestro país forma parte de los llamados países de ingresos medios.
Los países de ingresos medios, como el nuestro, han logrado superar el PIB/adulto de los países de ingresos bajos a base de la explotación de sus recursos naturales y su mano de obra barata, lo que aumenta la desigualdad; pero como analizan los economistas del Banco Mundial, estamos en el llamado “La trampa de los países de ingresos medios” ya que no podemos aumentar nuestro PIB haciendo lo mismo que venimos haciendo; Para crecer debemos ingresar al mundo de la transformación del conocimiento en tecnología y producción.
Por supuesto, el gobierno anarconeoliberal, que insiste en profundizar la primarización de la economía, no lo ve así.
¿Cómo debería crecer nuestro país aprovechando el impulso de la transición energética?
1. Es necesario que la transición energética en Argentina contribuya a impulsar la actividad industrial del país.
Reemplazar el uso de combustibles fósiles por equipos importados seguramente reducirá las emisiones de GEI, pero no estimulará la actividad industrial del país; El fallido proyecto propuesto por la empresa australiana Fortescue para producir “hidrógeno verde” en Río Negro fue un ejemplo de lo que no debíamos hacer: todos los equipos iban a ser importados y sólo las bases de concreto se iban a construir en nuestro país.
2. Las nuevas industrias que se desarrollen para producir fuentes alternativas de energía no deben ser sólo maquilas, sino que deben desarrollar su cadena de suministro local con la participación imprescindible del Estado nacional.
El desarrollo de nuevas redes industriales en un país como Argentina puede lograrse sin una fuerte intervención estatal. El Estado puede desempeñar el papel de Estado comprador, promoviendo así las empresas industriales, o el papel de Estado productor… el gobierno anarconeoliberal no lo ve.
3. Desarrollar la interacción entre producción, desarrollo tecnológico y ciencia.
Para construir producción local con una cadena de suministro local, es necesario construir un sistema de desarrollo tecnológico que, como se hace en los países altamente industrializados, debe estar respaldado por un sector científico fuerte.
Argentina tiene empresas e institutos dedicados al desarrollo tecnológico (INVAP, Y-TEC, VENG, etc.), en su mayoría estatales, y un sector científico muy fuerte alojado en las Universidades Públicas y el Conicet.
El problema es que con un gobierno anarconeoliberal que no cree en la ciencia, la producción local de tecnología y el Estado, la transición energética nos mantendrá en el lugar de los países de ingresos medios o nos empujará al lugar de los países de ingresos bajos. ingreso.
Eduardo Dvorkin es profesor emérito de la UBA