• Mar. Mar 25th, 2025

Adolfo Benjamin Kunjuk - Diario Personal

En este rincón digital, exploramos la vida cotidiana con un toque de ironía y humor sutil. Entre noticias y reflexiones, vas a encontrar historias que desnudan las contradicciones humanas, todo contado con la cercanía de una charla entre amigos. Desde lo absurdo de la tecnología hasta los grandes temas que parecen manejados por los que menos entienden, aquí las cosas se dicen como son, sin vueltas y con un guiño cómplice.

Satiricón en la Comisión Nacional de Valores | Acerca del plan oficial para que los adolescentes puedan operar en la Bolsa



Cuando el actual presidente de la República Argentina promovió la metáfora en la que él, como sujeto de la declaración, como artífice de esa enunciación -no perdamos de vista la fuerza de esa proyección– ingresaría a los jardines infantiles, donde niños encadenados y estarían disponibles contenedores para sus horrendas intenciones malsanas, propias de la perversión y el aseo sádico, no imaginábamos que detrás de eso había, además de una provocación política obscena y un reflejo indudable de su estructura psicopatológica, una intención y un plan de gobierno que extermina el Estatuto de los Derechos del Niño y también el estatuto del Estado de Derecho en Argentina.

Este reflejo sádico contra la infancia se consumó rápidamente en el intento del ministro Bullrich de rebajar la edad de imputabilidad de los adolescentes frente a delitos comunes, sin reconocer protección alguna a los derechos internacionales de la niñez, y sin siquiera molestarse en contemplar las múltiples miradas y aportes que podrían apoyar las profesiones vinculadas a la salud, respecto de lo que implica el ser humano en un período específico de desarrollo psicológico, como ocurre en la pubertad y la adolescencia.

Nos encontramos ahora con una nueva aberración gubernamental contra esta población, que busca no sólo cautivar el tiempo de los nuevos y jóvenes votos, sino también hacerlo cautivo, llevarlo a las múltiples mazmorras de lo que los tecnócratas han creado para el disfrute. como objetos de ese disfrute extraño: el de nosotros los humanos.

Permitir que un niño de 13 años, una niña de 13 años y un niño de 13 años participen en la Comisión Nacional de Valores y en las trastiendas de sus espejos mutilantes -y mutantes- de la salud mental, no es Sólo una simulación de la vida adulta, alienada por cierto, ya que hay otras formas de vivir, es también la intención de evaporar cualquier protección de un gobierno, de los Estados y de los adultos responsables del futuro de sus ciudadanos, al considerar la poblaciones que se encuentran vulnerables o en estado de desarrollo, y no sólo psicológicamente.

Esta medida de dinamitar una condición del derecho universal de la infancia, y en este caso de las personas en general, no es dispar, pues venimos observando cómo se devastan otros derechos de la vida humana: pacientes con cáncer, jubilados, universitarios, investigadores, trabajadores de la salud, de la administración pública, quienes sostuvieron laboriosamente los dolorosos acontecimientos del país durante décadas, también durante la ahora malversada pandemia, y que sin embargo con sus criterios sanitarios permitieron en nuestro país una de las tasas de mortalidad más bajas del mundo, para dar a estas instituciones una identidad y supervivencia. Sin olvidar el derribo de Télam, Inadi, Incaa, Balseiro, ahora también ARSAT, los sectores que siempre han estado asociados, aquí y en todo el mundo, al desarrollo de la ciencia, al valor agregado, a la tolerancia, a las ciencias humanas y a proyectos colectivos. Estos enclaves de cultura arraigada parecen ahora una especie de detritus, una idea de exceso que hay que eliminar y a la que sólo se adscriben las minorías más concentradas, más castas que nunca.

No es sólo la pulverización de la oposición política y sus estragos en las traiciones palaciegas, a la manera del Soberano y del Señor de la plantación, lo que se percibe es la pulverización de cualquier diferencia, de cualquier rasgo identitario, de cualquier pertenencia. Dar por sentado que un niño, púber, pueda invertir en la Bolsa, variante enmascarada en su fragilidad por la ludopatía y otras formas de patologías del consumo, es un retroceso, equivalente a considerar lo que suponíamos discutido y fundamentado. exhaustivamente: que incluso éstas son efectivamente variantes del trabajo infantil esclavo, que son inevitablemente variantes de posiciones abusivas contra los niños por parte de adultos pervertidos y psicópatas. En este caso se toma la efigie impersonal de un mercado, pero detrás hay una red que equivale a cualquier red mafiosa paralela a los poderes constituyentes, paralela a los poderes constituidos por el Estado argentino, a un tráfico de niños, a su entrega, su robo, su prostitución. Son los niños allí los que se convierten en mercancías y no los niños quienes tratan con la mercancía, son los mercados los que juegan, los que seducen, los que manipulan la vida y la psique de esos niños y no los niños que entran a una experiencia iniciática. Estos niños son iniciados como en la antigüedad clásica, en el Satyricon de Petronio se cuenta cómo niñas y niños de siete años eran presentados en las bacanales para el disfrute imperfecto e infinito de los aristócratas y comensales. Y eran parte del banquete sexual, entregado al capricho de ese Otro Goce que incluso podía decidir, no sólo su pulverización como macabro objeto sexual, sino sus propias vidas. En las bacanales, como en las estafas financieras, todo está permitido, todo y más, lo indecible, el horror, el quitar la vida.

Una alegría intencionada de llegar al infinito, donde el último eslabón de esa cadena de atrocidades es transformar el cuerpo de otro en un posible manjar que puede ser comido, simbólica o efectivamente, como indica claramente la dinámica del totemismo. En estas iniciaciones, lúbricas y sexuales, en sus momentos finales están las formas establecidas propias de una cultura que hemos tomado como fundamento y como referencia, pero que dista mucho de lo que entendemos por una república contemporánea y por una democracia actual. La forma en que los aristócratas, los senadores, los cortesanos del emperador -ya que la obra se presume escrita a principios del Imperio Romano, en el primer siglo de nuestra era- disfrutaban y lamían a la gente que tenía circo, a veces pan, pero nunca derechos constitucionales. Hay muchas maneras de restar la posibilidad de decidir, de restar en el mundo contemporáneo la posibilidad de votar, de restar la condición de ciudadano. Producir un veto, además del veto presidencial. Hay muchas maneras de vulnerar y vulnerar la apertura de un ser humano a la experiencia progresiva de las complejidades de la vida social, política, económica, y de las tramas de poder y jerarquías que propone una época. A la manera del Satyricon – expresión que puede representar un neologismo entre la palabra «mezcla», intercambio y sátiros – este gobierno convoca a los niños a la bacanal satírica, para producir allí una calma, exclusiva del soberano y de los poderosos. . , sobre la ternura todavía infantil, estuporosa y desconcertada de quien no sabe que tras las fanfarrias y las puertas glamurosas de cualquier palacio se entra al infierno.

Cristian Rodríguez es psicoanalista (Espacio Psicoanálisis Contemporáneo – EPC)

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