El viernes 1 de noviembre celebré un nuevo aniversario de boda. Fue para mí un hermoso día que culminó a pura celebración, ya que por la noche fui a recibir el premio Carlos Jáuregui a la diversidad, que me entregó la Fundación Igualdad. La jornada también tuvo lugar en el período previo a la 33ª marcha del orgullo gay. Un gran fin de semana.
Para quien no lo sepa, la Fundación Igualdad entrega cada año los premios Carlos Jáuregui, que reconocen la trayectoria de personas que representan, luchan y hacen campaña por la igualdad y la no discriminación desde la perspectiva de la construcción de la memoria histórica, los derechos humanos y el género. y diversidad.
Cuando me enteré de la nominación sentí una profunda emoción. Carlos Jáuregui fue alguien muy importante para nuestro grupo: más que un activista fue un mesías, un faro a seguir. Con su militancia nos hizo sentir orgullosos cuando todo era vergüenza. Cuando le hablé a mi familia de los premios, mis hijos me dijeron que querían acompañarme. El viernes salimos todos hacia la Manzana de las Luces, en San Telmo, para asistir al acto dirigido por Diana Zurco. Entre los ganadores estuvieron instituciones y personas que respeto mucho: la Fundación Huésped, Ingrid Beck, los actores Federico Lehmann y Matías Milanese, el director de cine Lucas Santa Ana, los medios Latfem, el espacio de deportes inclusivos Los Dogos, la cooperativa textil travesti trans Nadia Echazú, del Ministerio de la Mujer y Género de la provincia de Buenos Aires, Bear Club de Buenos Aires y Zen Disco, de Córdoba. La ceremonia fue muy emotiva: era imposible no conmoverse con cada distinción. Detrás de cada uno de ellos había historias de lucha y resiliencia.
En el lugar me encontré con un amigo al que hacía muchos años que no veía, Néstor Latorre, dueño de Zen Disco, que cumple 18 años y del que soy madrina, así como de casi todos los clubs gay de Argentina. A Néstor lo conocí cuando tenía 20 años; Todavía no trabajaba en el programa ni sabía qué sería de mi vida. Fue la primera cosecha alegre que se realizó en la provincia de Mendoza. Nos dimos un abrazo, de esos que se dan los verdaderos amigos, de esos que no se quejan y sólo sienten placer al reencontrarse. “¡Hasta dónde hemos llegado, Florcita, siempre tuviste claro tu objetivo!” dijo cuando me vio. “Me dijiste cuando tenías 20 años que ibas a ser actriz, una presentadora de televisión muy famosa y que ibas a formar una familia. “Cumpliste tu palabra”, me recordó. No pude contener las lágrimas mientras lo escuchaba. Era difícil soñar en ese momento. ¿Qué pasaba por mi cabeza para que tuviera tanta confianza? Es lindo que te hagan recordar algo del pasado que marca el viaje realizado. Agradezco a Néstor por ese hermoso viaje cuando tenía 20 años.
Yo también tenía 20 años cuando conocí a Carlos Jáuregui. Me encantaba el término “memoria histórica” porque no estaríamos viviendo este presente sin personas como Carlos. En este mundo que se desarrolla y crece a pasos agigantados, y todo es cada vez más vertiginoso, efímero, donde influencers de contenido volátil pueden llegar a ser considerados semidioses, resaltar el trabajo de Carlos es fundamental para entender la importancia de la lucha. Su trabajo buscó seguir hablando de la injusticia y opresión que sufrió (y sigue sufriendo) un grupo que lo único que quería era vivir en libertad, poder amar sin consecuencias ni repudio que amenacen nuestras vidas.
¿Te das cuenta cuáles fueron nuestras peticiones? Cosas tan comunes para el resto, como coger de la mano a la persona que queremos, vestirnos sin miedo a acabar en un calabozo o muerto. Es increíble que casi cuarenta años después sigamos queriendo lo mismo. Hoy tenemos derechos gracias a la voz de Carlos y de tantos otros. Carlos supo sacar adelante a los suyos en tiempos hostiles, difíciles y oscuros para nuestra comunidad. Recordar su historia es valorar el legado de un hombre que nos hizo entender por qué teníamos que seguir visibilizando nuestra historia, que pronunció palabras que nos identificaron, una frase que caló en el corazón de todos nosotros: “En una sociedad que «educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política.»