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Adolfo Benjamin Kunjuk - Diario Personal

En este rincón digital, exploramos la vida cotidiana con un toque de ironía y humor sutil. Entre noticias y reflexiones, vas a encontrar historias que desnudan las contradicciones humanas, todo contado con la cercanía de una charla entre amigos. Desde lo absurdo de la tecnología hasta los grandes temas que parecen manejados por los que menos entienden, aquí las cosas se dicen como son, sin vueltas y con un guiño cómplice.

El arsénico corre como agua: 17 millones de argentinos están en riesgo | Una investigación revela cifras alarmantes en 12 provincias



Más de 17 millones de personas en Argentina están expuestas al consumo de agua con arsénico, según una reciente investigación que se publicará en la revista Agua y Salud (Agua y Salud). Debido a la dimensión del conflicto sanitario, Alejandro Oliva, el científico que dirigió el trabajo, lo equipara “con una epidemia”. De hecho, se han realizado y se están realizando actualmente estudios que demuestran la conexión entre este contaminante y enfermedades como el cáncer y el Alzheimer. Con la información recopilada de 12 provincias crearon un mapa que podría servir de alarma a la población y a los gobiernos como base para políticas públicas encaminadas a frenar su impacto.

“Con este tema todos miran para un lado. Esto ya lo hemos discutido con distintos ministerios provinciales y lo único que les preocupa es que esto no salga a la luz, porque deberían dar respuestas.«, indica Oliva, jefe del Programa de Ambiente y Salud de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y autor del estudio. Luego continúa: “Si no se establece vigilancia y no se garantiza la seguridad hídrica que controle obligatoriamente lo que está sucediendo , esto será mucho más grave que cualquier problema de salud pública”.

El arsénico es un contaminante natural que proviene de la erosión de las rocas de los acuíferos. Sin embargo, también se reporta, en menor medida, como resultado de actividades humanas, vinculadas a procesos industriales como la minería, la fundición de metales y el uso de pesticidas. Con el objetivo de saber qué tan contaminada está el agua que beben los argentinos, un equipo de científicos de la UNR decidió recopilar toda la información disponible y establecer un mapa.

En esa línea, utilizaron la información publicada y proporcionada por 12 provincias que actualmente representan el 70 por ciento de la población total de Argentina. Y, basándose en el parámetro de la OMS (límite de 10 microgramos por litro de agua potable), descubrieron que más de 17 millones de personas estaban expuestas al contaminante.

“Hay que tener en cuenta que otras 12 jurisdicciones no manejan información. Por ejemplo, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no proporciona datos porque se supone que no hay arsénico en el agua que beben los bonaerenses porque el agua proviene del Río de la Plata. Sin embargo, no es así«Hay zonas de la capital que cuentan con agua local».

Una cuestión de límites

Con el tiempo, Argentina participó en una discusión internacional sobre cómo decidir qué nivel de arsénico podría considerarse un “límite”. Si para la Organización Mundial de la Salud la concentración máxima permitida de este elemento en el agua potable es de 10 microgramos por litro (10 partes por mil millones), a nivel doméstico el Código Alimentario Argentino elevó la barrera y permitió la presencia de 50 microgramos por litro. . De esta manera, debido a una actitud permisiva, se amplió la posibilidad de que una mayor proporción de la población enfrentara los efectos de su consumo.

“Antes el límite era de 50 microgramos por litro, porque era la cifra que se utilizaba para identificar el Hacre (Hidroarsenicismo Crónico Endémico Regional), una afección que afectaba la piel y se reportaba en niños a principios de siglo. Se hicieron muchas investigaciones y se ampliaron las enfermedades relacionadas con la presencia de arsénico en el agua. Estoy hablando de cáncer, defectos de nacimiento, problemas renales, todo. Es decir: una menor concentración del elemento era suficiente para que las personas manifestaran enfermedades. La OMS emitió una alerta, la bajó a 10 y la Comunidad Europea aceptó. “Argentina adhirió a este nuevo consenso, pero en la práctica no pudo sostenerlo”.

Dos razones, dice Oliva, imposibilitaron que el territorio nacional se adaptara a la medida internacional. Por un lado, en muchas comunidades fue necesario hacer ósmosis inversa, la metodología tradicional para eliminar el arsénico, que es costosa y consume mucha energía; y, por otro lado, un conflicto adicional: no estaba claro qué hacer con el arsénico extraído del agua. “Las comunidades expresaron estos obstáculos y pidieron al Estado fijar el límite de otra manera. Esto hizo que, finalmente, el Código Alimentario lo definiera como 50”. Hace seis años, el Conicet y el Instituto Nacional del Agua establecieron un comité para revisar el asunto, aunque finalmente quedó en manos de una entidad privada. “El estudio encargado, aunque exhaustivo, sólo se limitó a revisar la situación de la Provincia de Buenos Aires y no lo que sucedía en todo el país. Publicaron un trabajo, pero no hubo más avances”.

En el pasado, hubo valiosos intentos de equipos científicos en Argentina por constituir un mapa de características similares. Sin embargo, para Oliva los ejemplos anteriores enfrentaban algunos problemas: por ejemplo, se referían a “valores aislados sin especificación de la población involucrada”. De esta manera se lograron resultados considerables, pero que no hacían justicia a lo que estaba sucediendo en la realidad. Por ejemplo, hay empleos los cuales mencionan que la población total expuesta en el país fue de aproximadamente 4 millones de habitantes, cuando desde la perspectiva de este grupo de la UNR la cifra es cuatro veces mayor. Una de las diferencias puede estar en la forma en la que se realizan las mediciones y los límites contemplados en ambos casos.

Un problema de 100 años

La exposición de la población argentina al arsénico tiene una historia de más de 100 años. En un inicio se detectó por el impacto que causaba en la piel de algunas personas que presentaban un consumo prolongado de agua contaminada, de una condición denominada Hidroarsenicismo Crónico Endémico Regional y mejor conocida por su versión limitada: Hacre.

Posteriormente, a medida que avanzaron las herramientas de diagnóstico y las ciencias médicas ampliaron su catálogo de efectos, se comprendió que el consumo prolongado de agua también provocaba una serie de afecciones: desde distintos tipos de cáncer, hasta enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, pasando por anomalías congénitas. “En 2023 realizamos estudios ecológicos entre el nivel de arsénico y anomalías congénitas y cáncer. Ahora acabamos de terminar la investigación con el Alzheimer y el cáncer infantil. Nos enfocamos en la región central, específicamente en Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.”.

Los nuevos hallazgos relacionados con el mapa se publicarán en la Revista Agua y Salud (Agua y Salud) y se realizaron en el marco de una articulación mayor: la Red Interuniversitaria de Ambiente y Salud de la Región Central (Redinasce). Los datos obtenidos, si se mantiene una visión optimista, Pueden ser útiles para que los políticos tomen nota de la situación y se hagan cargo de un problema de salud de importancia nacional.

Mientras tanto, hay soluciones disponibles. Por ejemplo, existen técnicas de eliminación de arsénico que son más sencillas y menos costosas que las utilizadas hace décadas, ya que pueden incorporarse como módulos al proceso de purificación primaria. También hay novedades en proceso, con dispositivos domésticos que podrían eliminarlo de forma eficaz. “Hay quienes diseñaron tecnologías más baratas para la precipitación de arsénico en el suelo, con poco consumo energético, innovadoras y efectivas. Sin embargo, necesitamos voluntad política para que algo cambie, de lo contrario estamos complicados.”, destaca Oliva.

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