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Adolfo Benjamin Kunjuk - Diario Personal

En este rincón digital, exploramos la vida cotidiana con un toque de ironía y humor sutil. Entre noticias y reflexiones, vas a encontrar historias que desnudan las contradicciones humanas, todo contado con la cercanía de una charla entre amigos. Desde lo absurdo de la tecnología hasta los grandes temas que parecen manejados por los que menos entienden, aquí las cosas se dicen como son, sin vueltas y con un guiño cómplice.

A cinco años del crimen, una misa en Recoleta | El aniversario de la muerte de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell

PorPágina/12

Ene 18, 2025 #Sociedad



«No podemos quedarnos callados ante lo que hemos visto y oído»el muro parroquial ruge con letras Santísimo Redentor. A 5 años del asesinato de Fernando Báez Sosa, familiares, amigos y ciudadanos que piden justicia Llenaron una pequeña iglesia en el corazón de Recoleta. Están allí para honrar la memoria del joven de 18 años a quien un grupo de jugadores de rugby le quitó la vida cuando salía de un boliche en Villa Gesell en enero de 2020.

Media hora antes de la hora acordada, el patio de la iglesia comienza a llenarse tímidamente. «Ya vienen los padres», dice alguien en la acera. El aire se agita y la gente se reúne en la puerta para darles la bienvenida, como si al hacerlo se pudiera detener un dolor desgarrador.

Con alfileres clavados a la altura del corazón, Silvino Báez y Graciela SosaEntran los padres de Fernando. Al ver a la gente reunida, juntan sus manos.

«Nuestra vida se fue con él. Hoy queremos recordarlo como realmente fue.: bueno, humilde, con ganas de vivir y terminar su carrera. Que Dios lo tenga en la gloria, que en paz descanse y que pronto, como dice la religión, nos volvamos a encontrar… eso es lo que deseo”, se quiebra Graciela al hablar con la prensa. Sutilmente, su esposo agrega su otro mano para entrelazar.

Detrás de las cámaras, Susana y Laura exhiben una pancarta con fotografías de jóvenes. «Somos madres del dolor. Queremos justicia. Tenemos que acompañarnos, no queda otra”, dice Susana con los ojos vidriosos. Hace un año y cinco meses asesinaron en Avellaneda a su hija, Danila Ojeda.

Silvino toma la palabra: «Llega el verano y siempre pasan las mismas cosas. Espero que la juventud se refleje en lo que le pasó a mi hijo y podamos ser más tolerantes». Con la espalda ligeramente inclinada, como si llevaran un peso invisible, la pareja entra en la iglesia. Se abre un camino entre la multitud y la gente extiende sus manos para saludarlos. Cada 18 de enero organizan un evento para pedir justicia y muchos los acompañan fielmente.

«Es como un hijo. Fernando es el hijo de todos, aunque sea un extraño. Es el sentimiento de una madre», murmura Juana, una mujer de 50 años, moviendo la cabeza. «Deberían haber condenado a todos a cadena perpetua», afirma con tenacidad. Eso es lo que también busca la familia, pese a los fallos del tribunal de primera instancia y de Casación Penal. Sólo cinco de los asesinos…Máximo Thomsen, Matías Benicelli, Enzo Comelli y Luciano y Ciro Pertossi– tienen vida. La Corte de Casación de Buenos Aires confirmó para los tres restantes: Ayrton Viollaz, Lucas Pertossi y Blas Cinalli— una sentencia de 15 años.

Además, la casación eliminó de la pena la circunstancia agravante de «engaño»lo que implica traición y aleja a la víctima de la posibilidad de defensa y de haber demostrado intención de matar. Sólo dejó el premeditaciónel único por quien hoy se dictan cadenas perpetuas. La defensa se aferra a esto: para reducir sus penas, argumentan que no planeaban matar a Fernando. Así, apuntan la cifra a «asesinato en una pelea«, que estipula penas mucho menores, o, en todo caso, la de homicidio con posible fraude.

Foto: Enrique García Medinca.

En la iglesia está Jésica, una chica de 22 años, casi la misma edad que tendría hoy Fernando. Como la mayoría de los presentes, no lo conocía. El caso la conmovió: «Sentí escalofríos. Ahí me di cuenta de que alguien podía ser capaz de hacer algo así, de tanta brutalidad. En este caso, además, fueron muchos.» Las charlas, el fondo, los golpes, los empujones y la patada fatal.

«Nadie te devuelve un niño, es un dolor muy grande»Se repite entre los presentes. Hablando de madre a madre, una peregrina habitual le dice a la mujer que estaba sentada a su lado: «Siempre decimos ‘cuídate, cuídate’. Son cosas de la vida. No se pueden evitar», suspira de repente. vencido por la angustia.

«Este año nuestro hijo se graduaría de abogado. Soñó mucho con ese momento y se truncó porque unos cobardes lo mataron. No tuvieron piedad y lo discriminaron por su color de piel», publicó Graciela, enviando «un Beso al cielo» a Fernando.

La misa comienza con gente en los pasillos, en la puerta, en el patio y en las bancas. Una madre de 30 años le canta a Dios mientras sostiene por los hombros a su hija de 12 años. Son pocos los que saben orar y qué cantar, pero están ahí.

El sacerdote comienza su discurso honrando a Fernando y habla del milagro de haber convertido el agua en vino: «Nuestra vida de fe necesita ser renovada por una alegría profunda que Dios nos da. Realidades específicas (dolores, tristezas) hacen que nuestra vida pierda sabor «. Todos entrecierran los ojos, Graciela agacha la cabeza. «Dios nos convierte en vida, en alegría. Uno puede sentirse abandonado y devastado, pero Dios está ahí. Que pongamos nuestro corazón en las manos de Cristo y que él renueve la alegría con el vino». En la puerta, una mujer de pelo gris saca una toalla de su bolso y se seca las lágrimas.

A su lado, un joven escucha con la boca fruncida y los brazos cruzados. No mira las estatuas de Cristo. Mira más allá: a los recuerdos de su vida y la de su compañero de escuela. Afuera, Laura sostiene con firmeza la mirada y la bandera con el rostro de su hijo, Guillermo Guzmán: lo mataron en 2023 cuando tenía 16 años. «Te quitan pedazos de tu vida. A mí me quitaron el más pequeño», brama, contándole la historia a un extraño. Los asesinos de su hijo también eran jóvenes: tenían 20 años. El proceso judicial va lento, pero teme que el único detenido sea liberado.

El sacerdote vuelve a tomar la palabra y lee las peticiones para esta misa especial. Hace una pausa y predice: «Que Fernando comparta, además de la muerte de Jesucristo, el cielo». Toda la iglesia se une en un Padre Nuestro.

Ahora, corresponde a los jueces de la Corte Suprema bonaerense resolver los reclamos respecto de lo presentado por las partes y por el Ministerio Público que apeló las condenas, defendiendo que todos los imputados deben ser considerados coautores de homicidio agravado.

Graciela levanta la vista para ver a Cristo como si pudiera volver a hablarle a su hijo. “A veces vemos tus videos para verte y escuchar tu voz y terminamos con lágrimas que nos dan ganas de retroceder en el tiempo para abrazarte y no soltarte nunca”, confiesa en sus redes sociales. Los abrazos que la acompañaron al entrar la acompañan, de corazón a corazón, más allá de la salida.

Reportaje: Natalia Rótolo.

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